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Mi práctica artística por medio de la pintura surge de la reinterpretación de mi entorno, en una búsqueda por la invención de un espacio propio en donde los territorios que he visitado son reconfigurados a través de un juego entre la memoria, el imaginario y el acto de pintar. Entonces, la acción, el quehacer pictórico y la contemplación pueden aliarse con un fin común.

 

El paisajismo como espejismo, me permite jugar, experimentar y dialogar con los materiales y la superficie para crear nuevos espacios que hablan de un ir y venir entre el arraigo y el desarraigo.El paisaje se convierte en un espacio de subjetivación de la imagen en donde puedo indagar en un proceso creativo que se construye por medio de un juego entre la memoria que mira hacia atrás en el tiempo, y el imaginario que mira hacia la incertidumbre propia del futuro, creando un espacio simbólico, un espejismo en donde –como en la emoción- todo es posible y existente. El acto de pintar, es la conjugación de la acción y la contemplación, en la búsqueda por un registro no fotográfico de lugares recorridos y visitados.

 

La pintura permite la creación de una memoria subjetiva y emotiva.Los paisajes se construyen en un diálogo azaroso con el material y una constante intensión por replantear la certeza del recuerdo, en una destrucción de evidencias (figuras), que permite una fabulación mediante la libertad del trazo, la mancha, la textura y el color que pertenece a la naturaleza, a los lugares visitados, pero también al libre albedrío de la mente y de la emoción creativa.

 

Mi trabajo es una permanente búsqueda por la reivindicación del que hacer de la pintura en un proceso creativo que revalide la vida de las imágenes “hechas a mano”, las imágenes no-tecnológicas que envuelven el acto artístico y la reconstrucción de hechos, lugares, momentos y memorias invisibles que solo pueden tomar vida en el acontecimiento pictórico y su valor intrínseco.

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